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viernes, 26 de febrero de 2016

La serenidad

El valor de la serenidad nos hace mantener un estado de ánimo apacible y sosegado aún en las circunstancias más adversas, esto es, sin exaltarse, deprimido ó enojado, encontrando soluciones viables a través de una reflexión profunda detenida y cuidadosa, sin engrandecer ó minimizar los problemas. Cuando las dificultades nos aquejan de forma contínua, fácilmente podemos caer en la desesperación, sentirnos tristes, abatidos, irritables, desganados y muchas veces en un callejón sin salida. A simple vista, el valor real de la serenidad podría dejarse sólo para las personas que tienen pocos problemas, en realidad todos los tenemos, y luchamos contínuamente para combatirlos la diferencia real radica en la manera de afrontarlos. Con el fin primordial de conocer la gran importancia de la serenidad, primero debemos hacer conciencia de algunas realidades que nos impiden lograr desarrollar este valor con eficacia, y estos son algunos de ellos: - No podemos abandonar nuestras ocupaciones habituales y escaparnos a algún lugar lejano para meditar en forma profunda y con tranquilidad; dejarnos arrastrar por la tristeza, trabajar con menos intensidad, ó esperar pacientemente que alguien tome nuestro problemas en sus manos y lo resuelva. - Toda dificultad se ve más difícil y más grave que las anteriores. ( máxime si en el momento se agrega a otras que ya tenemos ). - Nos empeñamos en encontrar la solución ideal, casi de manera simultánea al surgimiento del problema, algunas veces se da, pero no siempre. Por lo general, toda situación anómala requiere de un consejo ó de un análisis profundo y detenido. - En estado de tensión por nuestra mente pasamos y repasamos las mismas palabras ya dichas, las mismas opciones y los mismos pensamientos sin llegar a nada en realidad y aumentando nuestra ansiedad, perdiendo lamentablemente el tiempo, energía y buen humor. La serenidad no se da con el simple deseo, si así fuera, no tendríamos tiempo de sentirnos intranquilos, malhumorados, tristes, desalentados, ó desesperados. Usualmente reaccionamos y actuamos por impulso, y no por convicción, privando a nuestra inteligencia de la gran oportunidad de conocer y dilucidar todas las aristas del problema en mención. Revisemos detenidamente cuatro ideas básicas y sencillas para generar serenidad en nuestro interior, y son las siguientes: a.. Evitar "encerrarse en sí mismo: Encontramos mejores soluciones cuando buscamos el apoyo y el consejo sano de aquellas personas que gozan de nuestra confianza ( los padres, un buen amigo, algún director espiritual, un profesor, etc. ), porque sabemos de antemano que su opinión estará siempre de acuerdo a la razón, la verdad y la justicia. b.. Concentrarse en una labor ó actividad: Parece contradictorio pensar en mantener la atención rodeados de tanta tensión y preocupación, pero es posible salir de ese estado encaminando nuestros esfuerzos a realizar nuestras labores con la mayor perfección posible. No existe mejor distracción que el propio trabajo y la actividad productiva. c.. Gozar de la alegría ajena: Normalmente las personas que nos rodean se percatan de nuestro estado de ánimo. ¿Por qué volvernos chocantes y agresivos con todo el mundo? Los hijos, el cónyuge, los amigos, los compañeros de trabajo no tienen la culpa de nuestros problemas, tampoco son indolentes a nuestro sentir, simplemente intentan hacernos pasar un rato agradable, no debemos alejarnos, ni rechazar estas pequeñas atenciones y luces que iluminan nuestro día. Escucha con atención las anécdotas, sonríe siempre, y ayuda a tus hijos a hacer la tarea...¡Aprovéchalos! d.. Cuidarnos físicamente: Parece elemental y obvia está observación detallada, pero hay personas que se sienten afectadas de tal modo, que dejan de comer y dormir por sus preocupaciones. Todos sabemos que las personas se vuelven más irritables ante la falta de alimento y descanso, por lo tanto, este descuido merma notablemente nuestra capacidad de análisis y decisión en buscar una solución factible al problema en mención. Seguramente todos hemos tenido la grata experiencia de "distraernos del problema" sin darnos cuenta; cuando volvemos a ser conscientes del mismo, nos sentimos liberados en forma total de la ansiedad y el pesimismo, es entonces cuando podemos realmente pensar y decidir. La serenidad hace a la persona más dueña de sus emociones, adquiriendo fortaleza no sólo para dominarse, sino para soportar y afrontar con valentía la adversidad sin afectar el trato hacia las demás personas y las relaciones con sus semejantes, quienes se esfuerzan diariamente en mantenernos alegres y confiados.

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